En el cambiante panorama empresarial actual, el mero cumplimiento normativo ya no es suficiente. Las organizaciones deben aspirar a la antifragilidad, es decir, a la capacidad no solo de resistir las crisis, sino de emerger fortalecidas de ellas. Este concepto, acuñado por Nassim Nicholas Taleb en su libro "Antifrágil: Las cosas que se benefician del desorden", implica un cambio de paradigma en la gestión de riesgos. (1)
Desde la perspectiva del responsable de compliance, la antifragilidad se traduce en:
- De la prevención a la adaptación: Tradicionalmente, el compliance se ha centrado en prevenir riesgos. Sin embargo, la antifragilidad exige la capacidad de adaptarse y aprender de los errores e incidentes.
- De la rigidez a la flexibilidad: Las normas y procedimientos son esenciales, pero también lo es la flexibilidad para adaptarse a situaciones imprevistas. Un enfoque excesivamente rígido puede resultar frágil ante eventos disruptivos.
- De la reacción a la proactividad: En lugar de simplemente reaccionar ante las crisis, el responsable de compliance debe anticipar los riesgos emergentes y promover una cultura de aprendizaje continuo.
- Fomentar la cultura del "feedback": Es fundamental crear canales de comunicación que permitan a los empleados reportar incidentes y proponer mejoras sin temor a represalias. Esta retroalimentación es esencial para identificar vulnerabilidades y fortalecer la organización.
La antifragilidad no se construye de la noche a la mañana. Requiere un compromiso continuo con la mejora y la adaptación. El responsable de compliance juega un papel crucial en este proceso, promoviendo una cultura organizacional que valore el aprendizaje, la flexibilidad y la resiliencia. En un mundo cada vez más complejo e incierto, la antifragilidad es la clave para la supervivencia y el éxito a largo plazo.
(1) Taleb, N. N. (2012). Antifrágil: Las cosas que se benefician del desorden. Paidós.